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Hablar de tristeza, depresión y suicido en las redes sociales es una tendencia que anima a pedir ayuda: “Los leo y ya no me siento tan sola”

Hablar de tristeza, depresión y suicido en las redes sociales es una tendencia que anima a pedir ayuda: “Los leo y ya no me siento tan sola”

Los posteos con el hashtag #saludmental se cuentan de a millones y superan exponencialmente a las de #saludfísica; las cuentas que hablan sobre el tema suman miles de seguidores y suelen ser el primer espacio en el que muchas personas se atreven a hablar de lo que sienten; cómo lidiar con los mensajes tóxicos.

“Hace casi seis años mi hermano decidió dejar de vivir el mismo día en el que cumplió 23 años”. Así empieza la primera publicación que Ariana, de 32, hizo en su cuenta de Instagram “Un punto y coma”. Ya pasaron siete años y medio desde que Matías se suicidó y ella tuvo que atravesar muchas cosas para animarse y soltar esa frase en la red social.

Su hermano había sido diagnosticado con trastorno límite de personalidad meses antes de su muerte. Cuando en el Hospital Fernández le confirmaron a Ariana que su hermano se había suicidado, así de crudo y así de rápido, la vida le cambió en un segundo. La única contención que recibió por parte de las médicas que le dieron la noticia fue una pastilla para calmarla.

“En ese momento era muy difícil hablar de salud mental”, recuerda. Los primeros tres años después de la muerte de su hermano tuvo una depresión muy grave: no podía dormir, tenía pesadillas y bajó 13 kilos. Porque a pesar de que, según datos de la Organización Mundial de la Salud, en el mundo muere una persona por suicidio cada 40 segundos, el estigma alrededor de los problemas de salud mental provocaron que Ariana tuviera que cargar durante mucho tiempo, en silencio y sola, con la culpa, el dolor y el duelo.

Ella misma se cuestionaba ¿qué no vio?, ¿qué pudo haber hecho diferente? o ¿qué faltó? Y le costaba hablar de su hermano con los demás: decía que había muerto en un accidente. De alguna forma, no lograba poner en palabras lo que le había pasado a Matías porque, si lo hacía, encontraba reproches: “Por qué lo dejaste solo si sabías que estaba mal, por qué no lo cuidaste 24/7, cómo no lo viste venir”.

Cuando decidió pedir ayuda psicológica y psiquiátrica, recién ahí Ariana empezó a procesar el duelo de su hermano. Estudió y se recibió como Técnica en Acompañamiento Terapéutico para poder ayudar a otros que atraviesan problemas de salud mental. Pero ella quería hacer algo con lo que le había pasado. “No quería que a nadie más le pasara lo que a mí me pasó: no tener contención, no tener información, tener que mentir para no pasar vergüenza”, explica.

Inspirándose en el símbolo internacional de prevención del suicidio -un punto y coma que representa tomar una pausa y buscar ayuda en vez de poner punto final a la vida-, Ariana abrió ese espacio en Instagram para contar su historia con Mati. “Soy una superviviente hablando de suicidio y salud mental”, se desahoga en su biografía. Lo que menos esperaba era que se encontraría con miles de usuarios que, como ella, están dispuestos a tenderle un abrazo y a pedir ayuda.

Un comunidad virtual que anima a pedir ayuda

“Un punto y coma” suma casi 7 mil seguidores. “Desde ese momento no para de crecer. Crecer en el triste sentido porque todos los días me escribe alguien que perdió a un ser querido por suicidio o que le está pasando algo relacionado”, cuenta Ariana.

Este crecimiento puede deberse a que, según Diana Litvinoff, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, las personas que muestran una realidad no tan ideal despiertan el interés y la identificación en las personas.

En el último tiempo historias como la de Ariana comenzaron a cobrar fuerza en las redes sociales: influencers hablando de su depresión abiertamente; personalidades como la modelo estadounidense Bella Hadid publicando fotos luego de un ataque de ansiedad; y usuarios desconocidos contando sus momentos más tristes.

Cada una de estas publicaciones se llena de comentarios de usuarios que empatizan con la situación, pero, más importante aún, que comparten sus experiencias. Por ejemplo, la cuenta “Empesares”, creada por Jess Browne tras el suicidio de su hijo, recibe por día entre 200 y 400 mensajes de personas que están en crisis o de familias que perdieron a un ser querido a causa de un suicidio.

Según Marcelo Cetkovich, director médico de INECO, el relato en primera persona tiene un efecto poderoso en medicina. Hablar abiertamente sobre los trastornos mentales propios no solamente ayuda a romper estigmas, ya que quita dramatismo, sino que también permite que quien está pasando por algo similar se anime a pedir ayuda porque es “un par” quien te habla sobre este tema y no alguien que no pasó por lo mismo.

Ariana confirma esa idea: “Muchos me empezaron a mandar mensajes diciendo que gracias a lo que yo escribía se dieron cuenta del dolor que podían causar y pudieron pedir ayuda a tiempo y no atentar contra su vida. Cuando recibí esos mensajes fue cuando dije ‘es por acá’”.

Sin embargo, lo que facilita el relato de las experiencias propias es el “semianonimato” que otorgan las redes sociales. Los usuarios pueden contar lo que les ocurre sin tener que exponerse demasiado. “Creo que acuden a cuentas como la mía porque encuentran esta comprensión y apoyo de que no está mal lo que les está pasando y no sienten miedo a ser juzgados”, explica la psicóloga y creadora de Espacio Integral Psy, Sol Buscio, quien cuenta con más de 400 mil seguidores en Instagram.

“Me describió totalmente”, “Las leo a todas y ya no me siento tan sola”, “A mí me pasa eso, quiero trabajar en mi ansiedad”, “El dolor que siento es muy silencioso”, “Me identifico, ¿cómo lo puedo cambiar?”, son algunos de los comentarios que recibe Sol en sus publicaciones. Durante la pandemia, detectó la necesidad de muchos de sus seguidores de establecer vínculos sociales ya que, debido a la cuarentena, estos se habían cortado y no tenían en quién apoyarse. Por este motivo, creó grupos de Telegram para que se conocieran entre sí y, como resultado, se creó una comunidad en la que contaban anécdotas propias e intercambiaban consejos.

De esta manera, a partir de la interacción virtual con otros, las distintas plataformas se convierten en un espacio de contención. Para Litvinoff, esto se debe a que las redes tienen un aspecto solidario, ya que siempre va a haber alguien del otro lado que responda a las consultas o problemas que plantee un usuario con la mejor intención.

Por su parte, Solange Rodríguez Espínola, investigadora especialista en Bienestar Psicológico y Salud del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, concuerda que las redes potencian la capacidad de expresión y otorgan contención al ofrecer a alguien del otro lado. No obstante, explica que estas plataformas pueden servir como una primera fase de “asistencia”, pero que nada se compara a la contención física, “el cuidado cara a cara, el abrazo”, de un paciente y a la necesidad de comenzar un tratamiento si es necesario.

En ese sentido, Ariana y Sol, como muchas otras referentes que hablan de salud mental, remarcar la importancia de que más allá de ese espacio conversacional y de autodescubrimiento que ofrecen las redes, las personas consulten a profesionales de la salud mental.

Atención a los mensajes tóxicos y “respuestas voluntaristas”

Para Marcelo Cetkovich, al exponer una situación de salud mental en redes sociales se corren dos riesgos. El primero tiene que ver con la violencia propia de las redes sociales. Cuando Ariana empezó a escribir, si bien en su mayoría recibió cariño por parte de los usuarios, en algunos casos se topó con comentarios hirientes que tuvo que borrar y bloquear. “Hay cosas que realmente te hacen enojar, que te preguntás cómo puede ser que piensen esas cosas. Alguien sube un video de un posible intento de suicidio, se ríen y dicen cosas como ‘Dale, tirate’. Yo creo que si pensaran dos minutos lo que escriben, no lo harían”, cuenta Ariana.

Por su parte, Sol Buscio concuerda que la hostilidad es uno de los principales problemas en las redes sociales: “Me pasó con una paciente que contó su historia y la agredieron sin realmente conocer qué es lo que hay detrás”.

Situaciones como estas pueden resultar contraproducentes. Por eso, para Rodríguez Espínola es muy importante tener en cuenta el perfil de la persona al momento de elegir una red social para compartir su historia. Por ejemplo, Twitter es conocido por ser una plataforma más agresiva, en la cual la crítica y la oposición es lo que más abunda. “A veces la red social no ayuda si la persona tiene cierta vulnerabilidad con respecto a su autoestima, a cuestiones de imagen o de cómo se siente”, remarca la investigadora.

El segundo riesgo es encontrarse con “recomendaciones vacías”. Cetkovich explica que hay una “respuesta voluntarista” a los trastornos mentales: que éstos, como cualquier otra enfermedad, pueden superarse a base de voluntad. Eso es grave afirmarlo porque justamente enfermedades como la depresión atacan el impulso vital de una persona. “Decirle a esa persona que depende de sí misma es un grave error”, afirma el especialista.

Discursos como estos no solamente desinforman sino que también producen que las personas se vuelvan más reticentes a buscar un tratamiento. Según la OMS, 450 millones de personas tienen un problema de salud mental que dificulta su vida, pero entre el 35% y el 50% no recibe un tratamiento o no es el adecuado. Además, en los últimos dos años problemáticas como la depresión, ansiedad e ideas de muerte crecieron un 100% entre las niñas, niños y adolescentes.

La razón por la cual internet tiene el poder de desinformar es porque, según Diana Litvinoff, las personas proyectamos una omnipotencia en él. Cada minuto hay 70 mil consultas sobre salud en Google y solo una de cada 10 búsquedas encuentra información fiable. Por este motivo, se genera una doble responsabilidad en quienes deciden concientizar sobre estos temas para evitar autodiagnósticos errados.

“Yo sé que trabajo con una persona que si llegó a mí es porque está de alguna manera pidiendo a gritos encontrar una solución y quizás es mucho lo que está cargando y atravesando”, explica Sol y agrega que por ese motivo intenta brindar información general a quienes le consultan para así no pasarse de la línea y lograr un efecto opuesto.

Por su parte, Ariana intenta responder todas las consultas que le llegan, pero al estar sola a veces se dificulta. “Una vez me pasó que una chica me escribió a las cinco de la mañana, yo no lo vi y al otro día me quedó una sensación de culpa de qué pasó. Por suerte estaba todo bien”, recuerda.

Cada vez que atiende una consulta se encarga de aclarar que no puede involucrarse demasiado porque no ejerce como acompañante terapéutica, pero sí puede brindar herramientas y ofrecer un lugar de escucha, con ciertas condiciones. “Trato de poner el límite sano, porque a veces se olvidan que yo perdí un hermano por suicidio y es un montón para mí sola”, explica.

Al momento de cerrar esta nota, al buscar “#saludmental” en Instagram el resultado arroja 5.8 millones de publicaciones, mientras que para “#saludfisica” el número desciende a 257 mil. Algo similar ocurre en TikTok: el primer hashtag tiene más de 12 mil millones de visualizaciones, mientras que el segundo tiene 74.2 millones.

Los datos evidencian que la conversación sobre la salud mental está más presente que nunca en redes sociales y que hay una necesidad muy grande de hablar al respecto. “Hay mucha más conciencia sobre la salud mental y no sé si es porque tenemos más casos que nos tocan de cerca individualmente o porque le estamos teniendo más respeto, como a la salud física”, reflexiona Ariana.

A ella le tomó seis años poder hablar del suicidio de Matías abiertamente. Hay días mejores que otros. A veces no escribe por un tiempo porque la tristeza no le permite poner en palabras las cosas que siente. Sin embargo, su pulsión por ayudar es lo que la mantiene activa y lo que la hace volver. A futuro espera poder formarse lo suficiente para poder dar charlas en colegios, empresas y distintas instituciones. Replicar lo que hace con “Un punto y coma” en la vida real, con la interacción cara a cara. Según Cetkovich, la mejor manera para romper un estigma es el contacto directo.

A su vez, Ariana busca seguir creciendo con su página y, quizás en algún futuro, estar acompañada de más personas que la ayuden a atender las consultas que recibe. Ariana logró convertir esos años de duelo y dolor silencioso en una herramienta que, literalmente, puede salvar vidas: “Dolorosamente la vida de mi hermano no la voy a recuperar, eso está claro. Pero si pude ayudar a una sola persona con su dolor me pongo a llorar de la emoción porque lo siento como un abrazo de Mati”.

Dónde pedir ayuda

  • Nueva línea telefónica nacional para atención en salud mental. Depende del Hospital Bonaparte y brinda contención e información para problemáticas de salud mental las 24 horas y desde cualquier punto del país. Atienden situaciones de crisis y urgencias. Se puede llamar al 0800-999-0091.
  • Línea 135. El Centro de Atención al Suicida atiende 18 horas diarias (consultar horarios en la web), de forma anónima, gratuita y voluntaria. La técnica que utiliza es la “escucha activa”. La línea recibe llamados desde CABA y Gran Buenos Aires. Los números (011) 5275-1135 o el 0800 345 1435 son para todo el país.
  • Salud Mental Responde CABA. Es un dispositivo que brinda orientación telefónica de forma confidencial para residentes de la ciudad de Buenos Aires. Se puede llamar de forma gratuita al 0800-333-1665, las 24 horas, todos los días.

 

 

Nota publicada en La Nación: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/hablar-de-tristeza-depresion-y-suicido-en-las-redes-sociales-es-una-tendencia-que-anima-a-pedir-nid07022023/

 

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