La recta final del año escolar genera cansancio y ansiedad en los chicos. Los especialistas consultados por Infobae sugirieron estrategias para equilibrar estudio, descanso y bienestar emocional.
El final del año escolar representa uno de los períodos de mayor agotamiento y ansiedad tanto para estudiantes como para sus familias.
La suma de exámenes, trabajos y el cierre de actividades extracurriculares instala un clima de tensión en los hogares, al que se añade el cansancio acumulado de los meses previos.
Las semanas finales de clases incrementan notablemente la ansiedad de los niños, pero también la de quienes los acompañan, según especialistas consultados por Infobae.
Para el médico psiquiatra infanto juvenil y subjefe del servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires Andrés Luccisano (MN 122.284), el problema surge de un “mar de obligaciones que abruma”, consecuencia de materias pendientes, trabajos finales y obligaciones extras como deportes o actos escolares.
“Muchas veces la sobrecarga que tienen los chicos responde más a la agenda adulta que a sus verdaderas necesidades”, subrayó Luccisano. Para él, reconocer el propio estado emocional —alegría, cansancio, tensión— permite a los adultos ofrecer calma y contención genuina a los niños, señaló el especialista. Además, aclaró que lo que no se logró durante el año difícilmente pueda recuperarse a último momento, por lo que la predictibilidad y la organización resultan fundamentales.
Por su parte, la médica psiquiatra infanto juvenil y directora del Departamento Infanto Juvenil Ineco Andrea Abadi (MN 76.165) indicó que “el sistema nervioso en modo acelerado no es mala conducta, sino cansancio emocional y mental”. La especialista observó que muchos chicos llegan al final del ciclo “al límite”, no por falta de voluntad, sino porque los adultos organizan agendas demasiado exigentes que ni ellos mismos pueden sostener. Cuando los padres viven acelerados, los niños absorben esa velocidad y la reproducen, resaltó.
Ambos especialistas destacaron la importancia del acompañamiento adulto en el cierre del ciclo lectivo. Luccisano propuso que los padres funcionen como “las rueditas de la bici”: brindan equilibrio, estructura y guías claras para que los niños puedan organizarse, ya que la corteza prefrontal —responsable de la planificación y el control impulsivo— termina de desarrollarse después de los 20 años.
La validación emocional consiste en escuchar, aceptar y comprender el cansancio, el enojo o el temor, evitando respuestas que minimicen el malestar. “Validar no es decirles que sí a todo, sino ayudar al cerebro a bajar la activación”, explicó Abadi. Frases como “no es para tanto” o “dejá de llorar” intensifican la reacción emocional porque el niño percibe falta de sintonía y amenaza social, aclaró la especialista.
La combinación efectiva deriva de validar la emoción pero mantener límites claros. La validación calma, mientras que los límites estructuran: juntos, guían en el aprendizaje de la autorregulación.
Validar emocionalmente ayuda a que los niños puedan expresar y procesar sus sentimientos frente a la presión del cierre escolar. La validación efectiva actúa como estímulo interpersonal que calma la hiperactivación del sistema nervioso.
Combinada con límites claros, facilita la autorregulación y el aprendizaje: “Validar la emoción no implica validar la conducta”, resaltó Abadi.
El descanso es una necesidad biológica, no un premio, señalaron ambos médicos. Dormir mal afecta la atención, la comprensión y la memoria; es por eso que no se recomiendan maratones de estudio durante la noche. El ocio real requiere tiempo no estructurado, actividades al aire libre, movimiento físico o momentos sin hacer nada, lo que favorece la creatividad y la flexibilidad cognitiva.
La sobrecarga de actividades, según los expertos, suele estar relacionada con una agenda familiar sin espacio para las necesidades reales de los niños. Abadi sugirió “revisar honestamente la agenda familiar” y elegir menos, pero mejor: “Más actividades no hacen mejores niños, hacen niños más cansados”.
Luccisano concluyó: “El cerebro infantil se desarrolla a partir del juego libre y del espacio para el aburrimiento. Y esa es una responsabilidad nuestra”.
Ambos especialistas coincidieron en que el equilibrio entre estudio, descanso, validación y agenda realista es el camino óptimo para atravesar el cierre escolar. Con organización, acompañamiento adulto y pausas verdaderas, el fin de año deja de ser sinónimo de sobrecarga y permite que los niños lleguen en mejores condiciones a las vacaciones.
Nota publicada en INFOBAE: https://www.infobae.com/salud/2025/11/22/fin-de-clases-sin-estres-10-claves-para-ayudar-a-los-hijos-a-evitar-el-agotamiento/